Los elementos y el ser

tierra

Mente, cuerpo y emociones discurren a un mismo nivel. Cuando sientas la punzada de la ansiedad, que tu cabeza es un torbellino de pensamientos inconexos, de ideas recurrentes que no te llevan a ninguna parte, cuando los miedos te azoten internamente y temas afrontar los quehaceres de tu día... tal vez no quieras hablar con nadie. Puede que hasta te avergüence la simple idea de que alguno de tus conocidos intuya o sepa lo que pasa por tu cabeza; lo que sientes; lo que te inquieta. 

Entonces, necesitas tierra.

Sal al campo, a tu jardín o a un bosque cercano, incluso a una playa. Túmbate y extiende tu cuerpo: ábrete. ábrete a la vida. Deja que tu organismo absorba la energía de la tierra. Percibe toda tu columna vertebral extenderse sobre la superficie. Extiende los brazos y las piernas como si fueras un aspa de molino. Respira, tomando lentamente, sin prisa, consciencia de tu respiración. Deja que todos tus sentidos se fundan con el entorno. Con el canto de los pájaros, el sonido de las ramas que se dejan vencer por el viento, el murmullo del agua, el movimiento de los animales cerca de ti... Huele, escucha, mira al cielo y deja que los elementos cuiden de ti.

Y si sientes que precisas gritar, hablarle a la vida, exorcizar tus demonios internos, hazlo.

Si permites que suceda, comprobarás que la velocidad de los pensamientos va aminorando, que tu mente se aquieta, que tu corazón se calma y tus emociones se transforman.

Tierra, fuego, aire, agua y eter, están en ti al igual que lo están en la composición de la vida.

Mímate.

Deja que la naturaleza te devuelva a la vida.   

 

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